Por el título, los más avisados entre ustedes ya estarán viendo de donde salió el nombre de mi blog. Avisados y curiosos, se preguntarán por qué la insistencia en este par de palabras (curioso e invención), y yo, aguijoneado por su expectación curiosa, he de responder a sus legítimas dudas.
En 1629 Biagio Marini (c.1587-1663) publicó en Venecia una obra emblemática de la nueva manera de hacer música (in stil moderno) y en el título, en este entusiasmo por lo moderno y extravagante, agregó dos afortunadas palabras: las piezas que presentaba en su op. VIII, él así lo presumía, no sólo eran modernas, sino también curiosas y más que piezas, en una licencia poética, el las llamaba invenciones. Esta licencia, que no cualquiera debería andarse tomando por parecer más moderno de lo que es, Marini la toma con plena pertinencia.
En la denominación típica del Seicento, se consideraba obra a un conjunto de piezas que se publicaban a un tiempo; hay obras (opere, plural de opera) que son colecciones inmensas de piezas de carácter muy variado, algunas otras sólo son compilaciones de un solo género de piezas, sonatas, canzonas, tocatas, etc. Las Curiose e moderne inventioni son un compendio de muchos géneros de obras, de las piezas de ocasión, como gagliardas, correntes y demás piezas de origen dancístico al género grandilocuente y ambicioso de las sonatas. Este es un dato interesante para contrapesar esta opera con aquella de Castello de la que tanto hemos hablado. Mientras Castello agrupa piezas más o menos triviales con piezas de la mayor pericia técnica y de la mayor audacia compositiva bajo un mismo título, sonata, Marini, más convencional a este respecto, desde los títulos nos va indicando cuáles son las piezas que él considera más importantes dentro de sus opere, utilizando el nombre sonata u otros similares, y cuáles le merecen una consideración menor, declarándolas piezas de extracción dancística. Y cuando una pieza es llamada sonata, el nombre no supone ninguna gratuidad. En Marini toda sonata es una pieza de grandeza de miras, y él siempre cuenta con toda la solvencia técnica y de ingenio para llenar las expectativas. De ahí que el nombre de inventiones (inventioni) sea precisamente el justo para llamar a estos tour de force de más de ocho minutos, en los cuales la inspiración y el ingenio melódicos solventan y sobrepasan aquello de que presume Marini: hacer invenciones modernas y curiosas.
Marini, músico de corte, sabe cuando condescender ante las exigencias del gusto de los poderosos, y se le ve tan cómodo agotándose en las facundias violinistícas de las monumentales sonatas como haciendo breves e incisivas melodías para tocarse a ritmo de zarabanda o corrente y bailarse en los más triviales fastos venecianos. La facundia siempre es su fuerte y su talante. Marini no sólo era famoso por ser un gran compositor; quizás era más famoso por ser uno de los mejores violinistas de su tiempo, uno de aquellos violinistas italianos que gozaban de tal fama internacional, que inventaron, a los ojos de Europa entera, el estilo que había de seguirse. Hasta los datos precisos nos confirman su competencia como violinista. Por mucho tiempo aducida a Monteverdi, la invención del trémolo la debemos a Marini. También introdujo toda una serie de modos de tocar el violín que aún hoy se utilizan: tocar varias cuerdas a la vez, la scordatura, la cuarta posición, etc. Esta ciencia violinística, si se me permite el término, se vuelca en sus sonatas e invenciones, no como palabras de una lengua extranjera, sino como las delicadezas, matices e ingenios de quien habla su lengua con tal grado de soltura, que es capaz de innovar sin pretenderlo, de quien necesita inventar sus propios aires y elementos lingüísticos por parecerle los existentes rígidos e inexpresivos. La lengua de Marini es violinística, ¿qué duda cabe?
Marini, músico de corte, sabe cuando condescender ante las exigencias del gusto de los poderosos, y se le ve tan cómodo agotándose en las facundias violinistícas de las monumentales sonatas como haciendo breves e incisivas melodías para tocarse a ritmo de zarabanda o corrente y bailarse en los más triviales fastos venecianos. La facundia siempre es su fuerte y su talante. Marini no sólo era famoso por ser un gran compositor; quizás era más famoso por ser uno de los mejores violinistas de su tiempo, uno de aquellos violinistas italianos que gozaban de tal fama internacional, que inventaron, a los ojos de Europa entera, el estilo que había de seguirse. Hasta los datos precisos nos confirman su competencia como violinista. Por mucho tiempo aducida a Monteverdi, la invención del trémolo la debemos a Marini. También introdujo toda una serie de modos de tocar el violín que aún hoy se utilizan: tocar varias cuerdas a la vez, la scordatura, la cuarta posición, etc. Esta ciencia violinística, si se me permite el término, se vuelca en sus sonatas e invenciones, no como palabras de una lengua extranjera, sino como las delicadezas, matices e ingenios de quien habla su lengua con tal grado de soltura, que es capaz de innovar sin pretenderlo, de quien necesita inventar sus propios aires y elementos lingüísticos por parecerle los existentes rígidos e inexpresivos. La lengua de Marini es violinística, ¿qué duda cabe?
Sonata Quarta, per il Violino, per sonar con due corde, op.VIII
Romanesca per Violino solo e Basso se piace, op.III
Pass'e mezo in 10 parti. Doi Violini, e chitarrone, op.VIII
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