En el proyecto musical de Yama Warashi se contraponen influencias muy diversas a una raíz musical fuertemente japonesa, con lo que Yoshino Shigihara —la mente detrás del proyecto— delinea una psicodelia imaginativa que desafía muchos de los convencionalismos del género.
Resultan en verdad apropiados los términos que se utilizan en la
cultura popular global (pop) para señalar la polaridad entre lo ampliamente
conocido y aquello que es conocido por pocos o por grupos sociales claramente localizables: lo mainstream y lo underground.
Lo más apreciable de estos términos es lo ilustrativos que son al retratar a
ambos extremos como corrientes: la corriente principal, que influencia de forma
sistemática en millones de personas y que está a la vista de casi cualquiera (excesivamente
a la vista a veces), y una corriente que se infiltra por lo bajo y que tiene
una repercusión a la medida de los escasos lugares por los que corre y cuya
notoriedad es más azarosa cuanto más pequeño es su caudal o cuanto más corto es
su trayecto. En torno a la existencia de esta polaridad existen diversas
calificaciones de uno u otro polo que la mayor parte de las veces son erradas.
Según la más común de ellas, el underground y sus aficionados son aventureros
que se adentran en terrenos desconocidos yendo más allá de la superficie,
mientras que las personas consumidoras del mainstream son
quienes no tienen la curiosidad intelectual suficiente para recorrer otros
caminos y permanecen consumiendo lo que por afán de lucro se les pone en
bandeja. Obviamente se trata de maneras caricaturizadas de retratar a ambos
polos y a los humanos que les dan sustento, y resultan nocivas cuando se llega
a posturas automáticas en que se califica a todo lo mainstream como
malo y viceversa. A estos moralistas de la popularidad se les pasa el hecho de
que muchos artistas ampliamente conocidos llegaron a serlo por ser muy
talentosos y por tener la capacidad de conectar con contenidos novedosos con
amplios públicos dispuestos a oír lo que ellos tenían que decir, así como
también se les pasa reconocer que muchos artistas del underground permanecen
en el sótano por su incapacidad de comunicar sus mensajes (cuando puede
afirmarse que los tengan) y darles relevancia. Lo que es cierto es que para la
mayor parte de los artistas de todas las capacidades resulta a menudo
complicado encontrar los canales adecuados para dar difusión a su música o a su
arte, porque como en cualquier ámbito social/humano, la base de relaciones con
que se cuenta es uno de los factores primordiales para lograr la difusión que
se desea; y ahí también el mito meritocrático resulta muy torpe para retratar
lo que pasa con muchos buenos artistas que nunca llegan a asomar la cabeza por
fuera del underground. A algunos que dan el paso del subterráneo al
mundo al aire libre les basta con ser públicamente reconocidos en algún momento
por algún medio de renombre para por lo menos tener una oportunidad de jugar
algo en esa liga. Pero esa oportunidad puede ser tan rara como una en un
millón.
Así es como a medias me explico que una artista de la originalidad
y de la capacidad técnica de Yama Warashi (alter ego musical de la japonesa
Yoshino Shigihara) tenga apenas unas cuantas votaciones en el RYM (Rate Your
Music) y que su música suene poco para la mayor parte de los aficionados a la
psicodelia o la neo psicodelia, géneros que en estos tiempos están lejos de
perder vigencia y dentro de los cuales el proyecto de Yama Warashi podría ser
uno de los más distintivos y alejados de los convencionalismos más cansinos.
Uno puede romantizar en exceso el underground atribuyendo su
desconocimiento a ser «complicado de entender», pero en el caso de la música de
la Warashi esa mitología victimista no viene para nada a cuento, cuando al
contrario esta música puede ser caracterizada por su facilidad y prolijidad
melódicas y por aportar una mirada no occidental pero refrescante y fácil de asimilar a los géneros
psicodélicos. Desde el mismo nombre se transparenta esta voluntad de Yoshino de
utilizar su música y su alter ego artísticos como medios para seguir inserta en
la cultura japonesa pero actualizándola y dándole vigencia en el mundo actual. El
nombre Yama Warashi significa, según lo dicho por Yoshino, «pequeño
espíritu infantil que habita en las montañas». Y este nombre no es en vano,
porque su música resalta por su espíritu de juego; al respecto no dejan mentir
sus ejecuciones en vivo, que nos dejan ver claramente lo juguetona que es su
manera de entender la música, con voces confrontadas en diálogo y delicadas y
cándidas secuencias de teclado o sax.
El relativo desconocimiento actual de su música también puede
deberse a que su carrera aún es corta y ha empezado por circuitos periféricos. Yoshino
comenzó tocando en Bristol, Reino Unido, en cafés o bares mientras estudiaba en
una estancia de intercambio, y fue allí con sus modestos medios que empezó a formar
su grupo. 2016 fue el año en el que Yama Warashi publicó sus primeras
grabaciones en Reino Unido: MOON ZERO, un EP que consolida de una
manera importante su perfil artístico, y Moon Egg, su primer LP, en el
que se adentra con mayor profundidad en algunas de las convenciones de la
música psicodélica incorporando más pasajes de guitarra eléctrica y partes
instrumentales más complejas.
Como quiera que sea, los ingredientes básicos del estilo musical
de Yama ya estaban fuertemente perfilados desde MOON ZERO. En palabras de la
propia Yama/Yoshino, su música toma inspiración de cuatro fuentes principales:
la música de danza japonesa, Bon Odori (盆踊), el free jazz, la música africana y la tradición psicodélica. Y
este mestizaje se refleja claramente en la misma instrumentación,
en la que se incorporan guitarra eléctrica (que las más de las veces toca únicamente
pequeños motivos, más que solos, y por tanto tiene un papel importante pero no
protagónico), percusiones de tipos variados (incluyendo de forma importante marimbas,
glockenspiels, tambores de mano, etc.), instrumentos que dan color a las
piezas como el koto japonés, y en rol protagónico, sintetizadores y teclados,
que suelen ser los conductores melódicos de la música y una fuente primordial
de texturas electrónicas, así como el saxofón, que puede fungir como el
portador de las melodías principales o aportar de manera discreta con algunas
notas a la textura musical (es de notar que este instrumento en muy raras
ocasiones evoca los estilos de cualquiera de los géneros del jazz). Pero si es
posible afirmar que una de estas tradiciones musicales es el principal
fundamento de la música por sobre las demás, esta sería la música de danza
japonesa, pues es habitual que las melodías empleen escalas
musicales japonesas y motivos danzables que de inmediato evocan a la música
tradicional de aquel país, y esta primacía que da Yoshino a lo japonés sobre el
resto de influencias es quizá lo que más distingue a su proyecto de los de
otros coterráneos que, en busca de insertarse en el mundo de la psicodelia y
otros géneros de origen occidental, acaban dejando de lado muchas características
musicales que podrían enriquecer sus canciones y abrir opciones diferentes, sonando
al final como otros tantos grupos que pueblan el género y aceptando sin
rechistar la hegemonía anglosajona en este terreno. Y es que si también hay
algo que hacen notar grupos como Yama Warashi o Altin Gün, es que la psicodelia
es un género muy presto a mezclarse con otras tradiciones musicales, y que de
este mestizaje se obtiene una música muy enriquecida, ampliándose incluso lo que
se entiende con un término tan ambiguo, pero también tan ávido de
reinterpretaciones, como el de psicodelia.
En discos posteriores Yama se ha mantenido en este empeño de
mestizaje musical, demostrando con Moon Egg (2016) cómo su visión
musical puede acercarse más a la psicodelia convencional sin cejar en la
reafirmación de la tradición japonesa, y refinando su propuesta en Boiled
Moon (2018) con una instrumentación y composiciones más austeras, pero que
preservan las fuentes de la música de Yama. Puede incluso sentirse
que en esta última producción Yama se aleja de la psicodelia (o de sus
convenciones más obvias) en favor de una música más racionalista y pura en la
que se distingue mejor la interacción entre las demás fuentes, y en la que Yoshino se
centra con mayor intensidad intelectual en su propio discurso sin importarle las modas musicales o las expectativas de cuantos han seguido su música. Este
cambio relativamente radical también puede deberse a la mudanza de Yoshino de
Bristol a Londres, en donde la artista ha incorporado a nuevos miembros al
grupo buscando hacerlo más femenino, y en donde también ha entrado en contacto
con colegas musicales como Cathy Lucas de Vanishing Twin, con quien en ocasiones
toca. Todo este giro de las circunstancias puede generar buenas expectativas
acerca de lo nuevo que venga en su discografía. Habrá que estar al tanto.
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