Dario (?) Castello (?) veneciano (?). Por ningún indicio sólido es posible comprobar que en Venecia entre 1620 y 1629 hubiera vivido un músico que llevara ese nombre. ¿Quién compuso aquella genial colección de sonatas que se reeditaría por casi treinta años por toda Europa, en una época en que el capricho de las modas hacía que en cuestión de unos cuantos años casi cualquier edición musical resultara obsoleta? ¿Dario Castello?
Lo único que ha permitido que ese nombre llegara a nosotros es la celebridad inusual de un par de colecciones de sonatas impresas en Venecia en 1620 y 1629 firmadas por un Dario Castello que presumía en todos sus títulos todo menos el anonimato. Las Sonate concertate in stil moderno encarnan a la perfección un nombre que en casi cualquier otro lugar hubiera resultado mera pretensión.
Las primeras sonatas modernas (de instrumentos solistas sobre basso continuo) comenzaron a ver luz apenas iniciado el siglo XVII. En 1610 Giovanni Paolo Cima publica en Milán sus Concerti ecclesiastici, que gozarán de cierta celebridad por algunos años, tal como era costumbre, pero cuyas piezas pronto se verían opacadas en audacia por un alud de títulos publicados por italianos de renombres aun más fugaces. Si pasado 1620 era tan difícil hacerse de un nombre sólido, todavía lo era más que un nombre y una obra permanecieran vigentes por treinta años. Sólo una colección de sonatas que llevara a la incipiente forma a desarrollar todas sus potencialidades expresivas podría sobrevivir ante lo feroz de la competencia. Aquí es donde entra nuestra obra, Sonate concertate in stil moderno, más que nuestro hombre, ¿Dario Castello?
Ese nombre, en ese lugar y esa fecha, sólo aparece anotado en los prefacios de cada una de las colecciones susodichas; más allá de esta autorreferencia, no se le menciona en ningún otro sitio. Perplejos ante el hecho de que la fama de su obra no se correspondiera con alguna seguridad mínima de su existencia, algunos musicólogos han hurgado en los archivos venecianos en busca de más señas del señor Castello. Y sí, resulta que en Venecia vivió un Dario Castello, pero no en las fechas en que fueron publicadas las sonatas. ¿Es éste nuestro Castello? Casi, o tal vez ni siquiera casi.
Al Dario Castello que aparece en los registros civiles de Venecia se le murió un niño recién nacido en la última década del siglo XVI. Aparte de ese niño --que hay que ir suponiendo que no es nuestro Castello--, Dario Castello senior tuvo otro par de niños: Bartolomeo y Giovanni Battista, los dos se hicieron músicos al crecer. Giovanni Battista, tal como lo presume nuestro "Dario Castello" en el prefacio a sus Sonate concertate, fue solista principal en la sección de alientos de la orquesta de Claudio Monteverdi. Entonces, ¿Dario Castello, el gran compositor de sonatas, es en realidad Giovanni Battista Castello tomando el nombre de su padre en homenaje, o a cambio de su propio nombre, Giovanni Battista, que era demasiado corriente en la Venecia de la época? Aparte de esta posibilidad planteada, nada se sabe de cierto de Castello.
En oposición a esta biografía brumosa, su obra puede presumirse como una de las mejor anotadas de su época; el intérprete que se enfrenta a sus partituras sabe, sin ninguna duda, cuándo una melodía es ascendente, cuándo aumenta el volumen de la música, qué instrumentos estaban destinados a cada una de las sonatas, cosas que no era costumbre anotar en la época. Interpretar a Frescobaldi, Marini, Cima o casi cualquier contemporáneo no es igual de fácil. Y toda esta cantidad de anotaciones inside en las cualidades expresivas de las sonatas, tanto más cuanto estas piezas buscan una expresión extremista; en un segundo son líricas y serenas, al siguiente explotan en violencias y extravagancias.
Si Dario Castello y nadie más que Dario Castello hizo estás piezas, no importa, porque al paso que van las indagaciones ese enigma no parece tener fin. Pero la obra que maravilló a sus contemporáneos y aún maravilla a quien por casualidad la oye no guarda enigmas respecto a que quien quiera que la haya hecho tenía un talento digno de conocerse. De eso podemos estar seguros.
Sonata quarta, a doi soprani e b.c.
Sonata decima, a doi soprani, basso e b.c.
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